miércoles, 18 de enero de 2012

RELATO - Maquillaje

MAQUILLAJE

Callada y austera Margot maquillaba su pálido rostro coloreándose las mejillas. Agotada por la hipocresía que le sabía ácida en la boca, arqueaba sus largas pestañas que le llegaban a rozar las finas cejas depiladas a pinza y mucha paciencia. El espejo reflejaba una apariencia irreal de sí misma. Una imagen de muchas primaveras menos de las cuatro décadas y media que cargaba a su espalda.
Buscaba impasible el cepillo de brushing entre los cajones arremolinados de artilugios de belleza y le daba forma a su cabello. La función estaba por comenzar.
Sumisa, terminaba de arreglarse y levantaba la mirada para observar la foto que se tomaron abrazados Juan Carlos y ella en una maquina callejera de camino al hotel. Se sensibilizaba por momentos recordando sus dulces besos, sus susurros al oído, aquellas calientes manos que le sujetaban sus carnes traseras con firmeza, la manera en la que perdían el control. Pero como una princesa engañada, volvía a morder la manzana podrida de la codicia y la avaricia, de los sentimientos prohibidos a causa de un espejo que alimentaba su egocentrismo, que reflejaba aquella belleza mejorada tras el maquillaje que la mantenía siempre joven cual muñequita de porcelana. Sus amores iban deshojándose, marchitándose con el correr del tiempo. Siempre esperanzada de que en la próxima ciudad encontraría el verdadero amor. Un amor capaz de alimentar su ego aún más que el espejo que tenía en frente y que le iba diciendo siempre lo guapa que estaba.
-Esta noche arrasarás como siempre Margot, ya lo veras- escuchaba una voz altruista que le daba vueltas en su cabeza. Era casi la hora. Fue poniéndose en pie, mirando como el perfecto maquillaje de su rostro convertía su piel tan tersa y fría como el mármol. Con un gesto entrenado de ambos brazos, lograba colocarse el chal en los hombros para encararse hacia la puerta. Ensimismada recordó el número de teléfono de Juan Carlos y volvió a los cajones. Lo observó dulcemente por última vez y decidió romperlo.
Fuera del camarín estaba el productor que le fue dando indicaciones mientras caminaban. Ella aceleró la marcha y contestándole irónicamente se colocó por delante con unos atractivos movimientos de cadera.
La sala estaba repleta, las taquillas fueron saqueadas por el gentío impaciente que esperaba hacía meses el espectáculo que solo darían esa única noche en aquella pequeña ciudad costera.
Al término, los espectadores estaban embravecidos, vociferaban, aplaudían y tiraban flores a la estrella de la función. -Otra noche de éxito- se apuntaba mentalmente Margot. Las luces del teatro se encendían una a una y Juan Carlos, que le contemplaba desde la sexta fila, la saludaba cariñosamente con la mano levantada. Pero Margot le apartaba la mirada para saludar al director del espectáculo que le tendía un ramo de rosas rojas.

De regreso al camarín, Juan Carlos la esperaba a un costado de un oscuro e inútil pasillo de esos que solo sirven en casos de incendios, pero si este estuviese habilitado como tal, tendría la salida correspondiente a la calle, el cual no era el caso. Margot no fue capaz de mirarle y los de seguridad lo apartaron de allí a empujones.
El espejo nuevamente reflejaba una verdad encubierta tras el maquillaje. Tomó asiento frente a este y aplicando una crema, fue deshaciéndose de aquella mascara maligna sin la cual Margot volvería a ser la de siempre, aquella mujer sensible y enamorada que pocos conocían. Repentinamente, fue poseída por un ataque de ansiedad. Buscando en vano el papel roto con el teléfono de Juan Carlos, volcó la papelera esparciéndolo todo por el suelo. Sintió sofocos, se ahogaba por momentos con su propio llanto. Cuando de pronto llamaron a la puerta. Ilusionada dio dos brincos y se dirigió corriendo hacia ella secándose las lágrimas con la manga de la bata.
-Salimos en diez minutos para el aeropuerto, date prisa- le dijo el productor con palabras que a Margot le supieron amargas.
Su corazón latía a ritmos vertiginosos; sus emociones estaban al borde del colapso. En pocas horas cambiaría de ciudad. Otra posibilidad trunca de lograr una vida tranquila junto a un hombre que la amase, pero sobre todas las cosas, que estuviera allí siempre que lo necesitase. Margot se consumía en una agónica espera sin fin.
Apurando la copa de vino, tragándose la amargura, la desdicha de la vida que le rodeaba, pintó las iníciales JC en el espejo y las encerró en el típico dibujo de un corazón. Tal cual le pidieras a un ciego que te leyera el párrafo de un libro, Margot pedía consejos al espejo que le daba la espalda una vez más.
Debajo de la puerta se deslizó un sobre en el que se podía leer “para Margot de Juan Carlos”. Ella no se dio cuenta, pisándolo al salir con la maleta. El elenco la esperaba a las puertas del teatro para ir al aeropuerto.

2 comentarios:

  1. Creo es hasta ahora es el relato q más me a gustado. No le encuentro ni una pega. Felicitaciones.

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  2. muchísimas gracias Flor, esperemos mantener el nivel...

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